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El 28 de marzo de 2020, Pedro Sánchez, el lamentable contable en arrendamiento precario de la Moncloa, abogaba por la instauración de una “economía de guerra” a escala Europea para hacer frente a la “situación más grave que han vivido nuestras sociedades desde la Segunda Guerra Mundial”, justificando la instauración del estado de alarma y el confinamiento generalizado de la población española, como de la casi totalidad de los países con las economías más desarrolladas.

El 27 de marzo de 2022, o sea un mes después del inicio de la intervención militar rusa en Ucrania, programada por las manipulaciones del Pentágono, Christine Lagarde, miserable lacayo inculto de Washington, delincuente en sastre Chanel amnistiada tan pronto como condenada, ascendida a presidenta del Banco Central Europeo, advertía: “La guerra debería tener un impacto considerable sobre la economía mundial, y especialmente en la economía europea debido a la proximidad de Europa con Rusia y de la dependencia del gas y del petróleo ruso. Es probable que esto ralentice el crecimiento de la zona euro e impulse la inflación a corto plazo mediante el aumento de los precios de la energía y los bienes, que afecte la confianza y perturbe el comercio internacional…”

El 27 de mayo de 2022, al salir del foro anual de Davos, Scholz, el impotente cómitre alemán de la Unión Americana en Bruselas, ha detallado un paquete de sanciones “que serán más duras y profundas que todas las que se hayan podido imponer a un país del tamaño de Rusia… Sin embargo, esta reestructuración tendrá efectos considerables en las economías europeas… Especialmente porque la fase específica de la mundialización que hemos vivido en Norteamérica y Europa durante los últimos 30 años – con un crecimiento fiable, un alto valor añadido y una baja inflación – está llegando a su inevitable final… Sí, estamos viviendo un momento clave. La historia está en un punto de inflexión”.

El 13 de junio de 2022, durante la inauguración de la feria de armas terrestres Eurosatory en Villepinte, Macron, el cómico pacifista atlantista traficante de armas, finalmente admitió que habíamos “entrado en una economía de guerra en la que creo que nos vamos a organizar de forma duradera.


¿Cuál es entonces esta guerra que los Estados han declarado a un enemigo invisible, tan imperiosamente necesaria que justificaría destruir muy visiblemente tiendas enteras de la sobre-producción mundial generalizada?

¿Cuál es entonces esta llamada “otra” guerra que, apenas comenzada, está condenada inmediatamente a durar, a pesar del”impacto considerable” que tendrá “en la economía mundial, y especialmente en la economía europea?

¿Qué son, pues, estas “sanciones” que pretenden “sobre todo” a reestructurar muy profundamente las economías europeas?

¿Cuál es, pues, esta indispensable “reestructuración” que impone entrar “duraderamente” en economía de guerra” ?

Para entender todas las locuras estático-terroristas que expresan la verdad del tiempo presente, ya sean sanitarias o militares, inmigracionistas, climáticas o LGBTistas, religiosas o chusmosas, es necesario volver siempre a la centralidad de lo que hace la totalidad del porvenir del mundo universalmente unificado en los progresos de la alienación mercantil. Es la implacable ley de la baja de la tasa de ganancia – la incurable enfermedad auto-inmune mortal del Capital – y la consecuente demencial saturación de los mercados, lo que provocó la necesidad de parar la economía mundial mediante un confinamiento que ciertamente constituyó un acto de guerra del Capital, pero contra sí mismo, y ello con la esperanza de poder posteriormente re-iniciar, como lo hizo después de sus dos Matanzas mundiales del siglo XX… 

Es evidente que el espectáculo de la mercancía, al no poder auto-designarse como intrínsecamente patógeno por naturaleza, está obligado a justificar su colosal sangría económica mediante la existencia fantástica de un agente infeccioso exterior fulminante. La guerra en Ucrania vino después a constar el fracaso de la primera fase “viral” de la guerra de la patraña, su incapacidad de permitir un verdadero reinicio de la valorización capitalista, y el paso necesario a una segunda fase de destrucción mediante el bombardeo económico masivo de Europa bajo el pretexto de las sanciones contra Rusia, esta última heredando aquí el papel del espantapájaros anteriormente asignado al Coronavirus…

La economía de guerra es el momento crísico de la necesaria reconversión estatalmente administrada de las fuerzas de producción del Capital en fuerzas de destrucción: el momento en que el Capital debe amputarse para intentar salvarse… Sin embargo, esta aniquilación, indispensable a nivel del mercado mundial, no se hace indistintamente, sino en el marco geo-político de las relaciones de fuerza competitivas existentes entre los diferentes bloques capitalistas tecnológicamente más avanzados en cuanto a la extorsión maquínica de la plus-valía producida por los únicos proletarios explotados.

La especificidad de la guerra actual es que sus protagonistas reales, los Estados Unidos y Europa, permanecen ocultos tras el velo de una alianza geo-comercial forzada que oculta muy mal que el vasallo europeo bruselizado está constreñido por su soberano yanqui tanto a auto-devastarse como a rechazar a su aliado capitalista natural ruso, con el fin de impedir que una Europa mercantil unificada e independiente venga a poner definitivamente en tela de juicio al Tío Sam y la hegemonía ficticia del dólar mágico sobre el planeta-mercancía en descomposición.

Lo real nunca miente y, para entender cuáles son las conflictualidades realmente en acción, hay que saber escucharlo… Los Estados Unidos quieren a toda costa separar la Europa de las altas tecnologías de las vastas reservas energéticas de Rusia, rechazando esta última en los espacios asiáticos de un capitalismo todavía muy masivamente retrasado

El Capital ha entrado en crisis mortal, pero quiere creerse eterno y busca frenéticamente reconfigurarse. La segunda fase mitológica de la guerra del Coronavi-Rusia, al cortar Europa de una parte esencial de su abastecimiento de hidrocarburos, acelerará el delirio ecológico-transicional energético obligatorio, última esperanza capitalista decreciente de una progresión recuperada, tan poco “limpia” como totalmente quimérica…

Por lo tanto los tiempos venideros serán decisivos y la sagrada unión de los chantajes políticos y sindicales que se dedican a ocultar tanto las perfidias de la impostura estatal como el volcán ardiente del abstencionismo creciente de las rabias proletarias, acabará obviamente por desintegrarse en el regreso incendiario y comunero del proletariado refractario de Europa…

Para la clase capitalista europea, el dilema es de aquí en adelante el siguiente: consumir su sumisión a América hasta las heces completando su autodestrucción y asumir la guerra social que generará indefectiblemente; o rescindir su alianza atlántica y sustituirla por una unión continental con Rusia, es decir, soportar el conflicto abierto con Estados Unidos… Y esta misma guerra social que este último generará también indefectiblemente…

Por su parte, los hombres de Verdadero Goze estarán sin dilema. Saben que no hay más que un camino hacia la emancipación de toda explotación y de toda alienación: ¡la Guerra de Clase Mundial contra todos los Estados del planeta-mercancía!

Para poner definitivamente fin al ciclo infernal de las guerras del Haber… ¡Que viva la guerra del Ser hacia la COMUNA UNIVERSAL POR UN MUNDO SIN DINERO, SIN SALARIADO, NI ESTADO!

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